India es un país que se despliega como un tapiz antiguo, bordado con hilos de oro y polvo, donde la historia se funde con el presente en una sinfonía ininterrumpida. Pranam a ti danza es una oda a este vasto linaje de sabiduría que impregna mi ser y nunca mas me deja ser la misma.
Desde los arrozales verdes del sur hasta las arenas del Thar en el oeste, la India vibra con un pulso que es al mismo tiempo ancestral y vitalmente contemporáneo.
En cada rincón del país resuena la diversidad: lenguas que cambian de una aldea a otra, vestidos que varían con cada región, sabores que se funden en especias inconfundibles. Su cultura es una constelación de mitologías, rituales y gestos cotidianos que conservan, sin aspavientos, la sabiduría de milenios.
La espiritualidad no es una abstracción: vive en las flores frescas ofrecidas cada mañana en forma de ceremonia y rezo, en el sonido de los mantras que fluyen junto al tráfico urbano, en los ojos encendidos de fe de quienes caminan descalzos hacia un templo.
La gente en India lleva el peso del pasado y la urgencia del presente con una mezcla de resignación, alegría y coraje. Las mujeres, muchas veces invisibles para los relatos más simples, son pilares silenciosos y también voces emergentes, artistas, madres, trabajadoras, tejedoras del día a día y del porvenir. En sus miradas caben siglos de lucha y una dignidad serena que desafía cualquier estereotipo.
El arte —en sus formas más humildes o en sus esplendores palaciegos— late por doquier: en un colgante hecho a mano, en una canción de cuna cantada en bengalí, en un mural rajastaní, en una escultura milenaria que aún huele a incienso. Y la religión, lejos de ser un dogma aislado, es un modo de habitar el mundo, de dar sentido al caos, de convivir con la muerte y de celebrar la vida.
PRANAM A TI DANZA
India no es un destino. Es una experiencia que se desliza entre el asombro y la contradicción, entre lo sagrado y lo banal, entre lo que se muestra con orgullo y lo que permanece oculto, esperando ser mirado con ojos abiertos y alma dispuesta.
Hace más de trece años, viajé a la India por primera vez impulsada por una búsqueda profunda: un deseo original y genuino me vinculaba a aquel país.
Lo que comenzó como un anhelo personal, se transformó en una experiencia de vida que cambió mi cuerpo, mi mente, mi manera de estar en el mundo y de compartir mi arte.
Gracias a la danza me mantuve conectada con el país, y viajé cada año a estudiar danza clásica India Odissi, que no solo busca la forma, sino el el mensaje: cada movimiento conecta con los dioses: Shiva danzando el universo, Krishna tocando su flauta en los bosques de Vrindavan, Durga cabalgando un león para destruir el mal, y Ganesh, abriendo caminos con su sabiduría.
Pero la India que descubrí no se queda en lo espiritual. Es también la tierra ardiente del Rajastán, donde las comunidades gitanas como los Kalbelia bailan con una fuerza que parece surgir de la arena misma.
India es belleza, pero también es desafío. Es caos, intensidad, lentitud y profundidad. Estar allí puede parecer aterrizar en otro planeta: uno donde todo es extremo, pero absolutamente vivo. Enfrentarse a ese mundo es también rendirse a él, dejar que te atraviese y transforme.
Una historia sobre lo que ocurre cuando una vida se pone al servicio del arte, la devoción y la entrega. Una vida en movimiento: Pranam a ti danza